A pesar de lucir una arquitectura inspirada en la urbe parisina, la Av. de Mayo es un símbolo determinante de la influencia española en la ciudad. Plagada de cafés notables y los clásicos sabores de la cocina española, esta avenida y sus calles aledañas, hoy  parte del barrio Monserrat, son un tributo a una parte memorable de la historia.

Inaugurada en 1894 la Av. De Mayo fue desde sus inicios hasta la actualidad el lugar por excelencia elegido para la expresión popular, uniendo en forma longitudinal un escenario político entre el poder ejecutivo (Casa de Gobierno) y el legislativo (Congreso de la Nación). Con la llegada de los años dorados marcó una señal de progreso, donde desfilaban todos los actores de la sociedad. Pronto se colmó de bares y cafés (muy frecuentados por los hombres de entonces), donde se encendían fuertes diálogos políticos, los primeros hoteles de lujo y las casas de comidas con fuerte tinte español.

Desde  el Monumento al Quijote, donado por la colectividad española,  que se emplaza en plena avenida 9 de Julio, se pueden apreciar en un radio 360° vistosas cúpulas de la Av en ambos sentidos y otros edificios notables como el elegante Club Español sobre Bernardo de Irigoyen.

Adentrados en los primeros pasos de Av. de Mayo hacia el Congreso, se encuentra una de las paradas obligadas, el bar notable del Hotel Castelar, escenario de diversas personalidades artísticas y políticas de todas las épocas. Hasta la actualidad sigue siendo punto de encuentro de presidentes, legisladores y representantes de la escena política en general. Este sitio se destaca, además de su bar tradicional, por sus bellos salones de banquetes, su escalinata de mármol y la habitación museo de Federico Lorca, quien fue habitué de este lugar. Existe un tour especial para conocer en profundidad la vida del escritor cada día miércoles en la tarde.

A metros nada más, cruzando el lado de la calle, se levanta otra maravilla recuperada, los 36 Billares, bar notable totalmente restaurando como obra magistral, hoy de las más bellas de la ciudad. Con doble entrada –  salida por la Av. de Mayo y Rivadavia – extiende sus salones en dos inmensos niveles, la planta baja que hoy ocupa la clásica cadena de pizzerías La Continental, junto a un salón-teatro privado más al fondo y una de las mesas de snooker como joya de un museo vivo. Su gastronomía ofrece sabrosas empanadas, entre las que se destacan todo el año las de locro, y una variada nómina de pizzas, con el plus de ver en algunas ocasiones al campeón de malabares de pizza, un verdadero show.  El lugar exhibe varias piezas de interés cultural, como un antiguo radiador de bronce labrado, un enorme espejo mural que yacía oculto en las paredes y bellísimas lámparas de época. El subsuelo es otra joya oculta, con 11 mesas de billar y 6 de pool de más de 120 de antigüedad como legado de las que supieron existir y dar nombre al bar (36 Billares). Allí funciona hoy una escuela de billar para niños y adultos a la vez que se organizan habitualmente campeonatos y torneos para todas las edades.

A lo largo de toda la avenida y sus alrededores se levantan numerosos restaurantes tradicionales de cocina española. Como insignia, uno de ellos es El Imparcial,  en la esquina de Salta e Hipólito Yrigoyen , reconocido como el más antiguo de toda la ciudad. Su nombre  alega a la intención de su fundador de ser un sitio neutral donde no se encendieran los debates ni por política ni religión, frente al frenesí natural de los encuentros que la Av. De Mayo suscitó en todos los tiempos. Este tradicional salón cuenta con su mobiliario y ambientación original, clientela de antaño y un staff de empleados con más de 40 años en su oficio, una verdadera tropa de mozos y cocineros  que se forjaron desde jóvenes y conforman una gran familia de trabajo. Sorprende que a la vieja usanza no toman comanda y conocen a la perfección los más de 150 platos diarios en carta, donde se destaca el puchero (o cocido), el chupe de pescado, la paella valenciana y todo plato a base de mar.

La Av. De Mayo enciende aun sus luces para revivir el esplendor maravilloso de otras épocas y rescatar un verdadero valor patrimonial histórico, cultural y gastronómico de los más bellos de esta ciudad.

Por Carina Valicati